yusepe formicheli.

     león y su hermano alejandro cumplían años el veinticuatro de diciembre. en cierta ocasión se nos ocurrió hacerles una broma y contratamos al payaso formicheli, que animaba fiestas infantiles. estábamos todos afuera, en el patio, bajo la parra. jugábamos ajedrez, conversábamos, el turco jawadián tocaba la guitarra. lo mismo de siempre, pero con un motivo especial. el padre de los festejantes hacía un asado como jamás vi en otra parte. de mano en mano pasaba un mate cebado por esli. algunos además tomaban whisky, otros refresco. yo comía ciruelas de uno de los dos árboles del fondo (el de frutos rojos). estaban duras y ácidas, como me gustan. era una noche fantástica.
     serían cerca de las diez cuando sonó el timbre. esli me miró, el turco le erró a una nota y dejó en seco de tocar. reímos. me levanté echándome a la boca, con carozo y todo, una ciruela a medio comer que tenía en la mano. enfilé por el pasillo del costado, crucé el garaje y abrí la puerta. asomé la cabeza y le chisté a formicheli, que estaba ante la puerta principal con las manos en los bolsillos.
     -por acá -le dije.
     era un tipo flacucho y desaliñado con un relativo parecido a dostoievski (la misma mirada de haber sido pateado en las pelotas por la vida), pero más decadente. me hacía acordar al gallineta. llevaba un vaquero sucio, una musculosa y chancletas.
     -buenas noche yusepe formicheli pa servirle -así, sin pausas; y me tendió una mano huesuda.
     -hola. ya nos conocimos. fui a su casa para contratarlo la semana pasada.
     por toda respuesta se encogió de hombros.
     miró a su alrededor, el techo, la lecha en un rincón, el lavarropas, y emitió un silbidito de modesta admiración. le pregunté si precisaba un lugar para cambiarse, pero me dijo que tenía todo lo necesario en su mochila. no la había notado de tan pequeña que era: violeta, como para un niño de seis años, con la forma de un teletubie sonriente. sacó una nariz roja de plástico con un elástico y se la puso.
     -¡vamo pal cumpleaño! -dijo señalando un punto cualquiera delante y un poco por encima de su cabeza.
     cuando aparecí en el patio con aquel esperpento salido del fondo del barrio lavalleja, que olía un poco a vino y a algo rancio cocinado en un primus, león y básicamente todos los que no sabían de la broma, me miraron extrañados.
     -como no sabíamos qué comprarles contratamos un payaso para animarles la fiestita -anunció esli.
     -¡¡buena noche señora y señore!! -mientras hablaba tarareaba algo levemente circense, haciendo ambas cosas un tanto ininteligibles-. soy el payaso formicheli y vengo a presentarle mi you.
     y efectuó él sólo toda una serie de rutinas torpes que se hacen en dupla, algunos truquitos tontos de magia y pésimos chistes apenas subidos de tono. el espectáculo fue de unos larguísimos cuarenta minutos.
     -bueno ahora el inceíble payaso formicheli va pará un ratito pa preparar su ato final -redoble oral de tambores. agarró la mochilita y se retiró para el fondo del patio, cerca de los ciruelos.
     volvimos a la charla mientras el tipo hacía lo que tuviera que hacer. león y alejandro no paraban de reír.
     -¿no pudieron conseguir algo más bizarro? -preguntó león.
     cinco minutos después el tipo volvió del fondo. estaba completamente empapado y llevaba tres botellitas de vidrio en las manos.
     -¡y ahora el grandioso AAATO FINAAAAL!
     el aire se había llenado de un olor raro, pero no pude identificarlo.
     se puso las botellas bajo el brazo para tener las manos libres y sacó algo del vaquero. era una bolsita de nylon con un objeto amarillo. tiró la bolsa al suelo. para cuando notamos qué era lo que sostenía ya todo estaba hecho. se trataba de un encendedor bic y el olor era a querosén.
     en musculosa, vaquero y chancletas (y con una nariz roja de plástico encima de la verdadera, casi tan roja) ardió plácidamente, crepitando, mientras hacía malabares con las botellitas y tarareaba. era impresionante, aterradoramente impresionante.
     poco a poco la magnitud de las llamas bajó. terminó el acto con las botellas equilibradas en la frente, el mentón y la nariz. después, una a una les quitó los corchos con que estaban tapadas y vació el agua que contenían sobre distintas partes de su cuerpo para apagar las llamitas que quedaban.
     hizo una gran reverencia.
     lo acompañé a la puerta del garaje y le pagué. se sacó la nariz de plástico y la guardó en las entrañas del teletubie.
     -disculpe si no le doy la mano -me dijo, y se fue tarareando un tango.







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