obispos.
(un inofensivo relato de ajedrez)

por las malas,
a rodolfo pedro wirz kraemer.
por las buenas,
a paul stein y mark wells.

     los alfiles del ajedrez reciben su nombre de la expresión árabe al-fil que quiere decir “el elefante”, pero por problemas históricos (concretamente ignorancia medieval) en occidente están representados por un obispo.
     a mí no me gustan los obispos. por nada en particular. simplemente detesto su figura, sus anillos, sus cruces, sus emblemas.
     así, pese a que suele considerarse que los alfiles tienen un valor relativo un poco más alto que los caballos y se los tiende a proteger más, yo los entrego a las primeras de cambio. porque no me gustan, me irritan.
     lo que sí me gusta es tomar de vez en cuando un buen vaso de yogur natural, ése que parece semen coagulado. especialmente los días de calor.
     cierta vez me compré una caja de medio litro. era verano y hacía mucho calor. demasiado. así que decidí meterla en la heladera para que se enfriara (la misma heladera que años después ocasionaría un cortocircuito e incendiaría la casa), pero se me antojó que no sería lo suficientemente rápido y la cambié para el congelador.
     en eso apareció esli.
     -hay un campeonato de ajedrez en valizas, ¿vamos?
     -¿en qué?
     -a dedo.
     -bueno.
     creo recordar que un tipo que fue nuestro profesor de historia en el liceo nos levantó a la salida de la ciudad y estoy seguro que una familia porteña nos levantó a la altura de la pedrera. papá, mamá y un nene.
     papá porteño hablaba con esli. mamá porteña asentía. yo miraba cómo volaba la tierra amarilla a los costados del autito porteño y me preguntaba si llegaríamos.
     llegamos.
     nos bajaron a la entrada porque ellos iban a otra parte.
     -¿les gusta el yogur natural? -pregunté al bajar.
     papá y mamá se miraron. papá arrancó el auto.
     -¡¡¡PUTOS!!! -les grité cuando me pareció que ya no podían oírme-. seguramente no les gusta. ¡PUTOS DE MIERDA! -y le dije a esli-: yo tengo uno enfriándose en la heladera de casa.
     esli no dijo nada. me miró. era una mirada casi porteña.
     -nada. vámonos.
     caminamos hasta el rancherío (no era otra cosa, digan lo que digan).
     el campeonato se llamaba (¡qué se le va a hacer!) “el alfil pescador”. se jugaba en asterix, un boliche, pero cuando llegamos estaba cerrado. necesitábamos comer, así que buscamos dónde comprar algo para unos refuerzos que devoramos en la costa, a pleno sol. después de terminar esli tomó un baño en el mar. yo me eché a leer a baudelaire. después tomamos una siesta, allí mismo, también al sol.
     al caer la tarde fuimos rumbo a asterix. era un híbrido entre bar, restorán, pub y alguna otra cosa que aún no conozco. tenía mesitas, barra, escenario y patio. servían comida. detrás de la barra había un tipo pelado. le preguntamos por el campeonato.
     -es mañana -al hablar no nos miraba-. para anotarse tienen que esperar a pedro.
     -¿dónde lo podemos encontrar?
     -acá. viene un rato todas las noches.
     -¿a qué hora?
     -de noche.
     -pero, la noche es muy larga. ¿a qué hora de la noche?
     -creo que cuando tiene ganas, pero no estoy seguro.
     -ok, gracias -intervino esli.
     pedimos un gramajo y unas papas fritas. nos sentamos en el patio y comimos y fumamos. en algún momento llegó un rengo flaquito, de barba, que dijo ser quien esperábamos. nos anotó y se sentó a la mesa buscándonos conversación. la encontró con esli. yo recorrí el patio.
     fui hasta el fondo a ver de cerca un gran tanque de agua sostenido por cuatro columnas de hormigón. al rato fue a la mesa una morocha de tetas grandes y pelo enrulado y levantó los platos vacíos. me miró y le hice señas para que se acercara.
     -¿para qué es este tanque? -le pregunté.
     -es un tanque de agua.
     -¿cómo te llamas?
     -leticia. tengo que seguir trabajando, ¿sabes? nos vemos más tarde -me dijo.
     y se fue. tenía una buena forma de irse. un vaivén, swing, como se diga.
     volví donde esli y pedro.
     -koldowsky, pedro es primo del pini.
     los miré. primero a esli. después al otro. el parecido era innegable. flaco, barba negra y puntiaguda. sólo que víctor (el pini) no era rengo. lo imaginé rengueando. quedaba gracioso. y sí, así se parecía más todavía.
     -eso es una aliteración. Pedro es Primo del Pini. una muy divertida. ¿tienes un cigarro? -le pregunté.
     -no, pero tengo tabaco, si quieres.
     y lo sacó.
     -no, yo también tengo tabaco. quiero un cigarro. voy a comprar.
     entré al local y fui hasta la barra.
     -leticia -llamé-. ¡leticia!
     apareció el tipo pelado.
     -¿qué quieres?
     -necesito hablar con leticia.
     -ella está ocupada.
     -bueno, la espero, entonces.
     -como quieras.
     se fue para atrás de una mampara que hacía las veces de pared. detrás estaba la cocina. o al menos salían ruidos de cocina.
     poco después salió ella.
     -¿qué quieres?
     -¿venden cigarros?
     -no.
     salí a la calle. iba a un lugar que había visto en el camino. parecía un bar pero resultó ser una pizzería. estaba sucio como un bar y tenía parroquianos como un bar. y a pesar de eso el cartel sobre la puerta decía “pizzería”. la gente tiene ideas extrañas acerca de sus negocios. como esos que venden biromes, gomas y lápices, hacen fotocopias, tienen cotillón, forros de papel, cuadernos, y llaman librería al lugar.
     -una caja de coronados.
     -no tengo coronado. marlboro, nevada o eco.
     -un nevada, entonces.
     abrí la caja. saqué uno y lo prendí. en lugar de ir para asterix salí en el otro sentido, hacia el mar. llegué hasta donde terminaba el pasto y empezaba la arena. y miré el agua. era mucha. era negra.
     fumé todo el nevada y volví al boliche.
     cuando llegué pedro y esli jugaban una partida de ajedrez y un par de tipos estaban conectando unos amplificadores en el escenario, dentro. estaba empezando a aparecer gente, supongo que atraída por la costumbre de las bandas en vivo. de todas maneras, algunos empezaron a reunirse en torno a nuestra mesa. cuando los tipos del escenario empezaron a probar el sonido me desentendí de los trebejos y me puse a mirarlos. eran un bajista y un violero. sonaban bastante bien.
     alguna de la gente de adentro, sentada frente al escenario, pidió comida. leticia iba y venía llevando platos llenos y sus tetas. entonces se me ocurrió algo. prendí un nevada y agendé mentalmente comprar una caja de coronados cuanto estuviera otra vez en rocha. me levanté y fui hacia la pechugona.
     -leticia, decime una cosa.
     -¿sí?
     -¿venden yogur natural? ése que parece... -paré ahí, algo me dijo que no era necesaria la comparación-, rico -completé, no muy convencido.
     -no, no tenemos.
     -ok, gracias igual.
     volví a mi lugar y cuando terminaron de jugar pedro preguntó dónde nos íbamos a quedar. le dijimos que pensábamos dormir en la costa y nos ofreció en préstamo una casa que no sé quién tenía para alquilar.
     -está vacía y no creo que aparezcan inquilinos de hoy para mañana. así por lo menos no tienen que pasar la noche a la intemperie.
     a mí en lo personal me gustaba la idea de quedarme al aire libre.
     pedro consiguió una linterna y nos llevó hasta la casa. era pequeña y de dos pisos. no tenía ni agua ni luz. abajo era cocina/living y un bañito. arriba, una especie de entrepiso que funcionaba como dormitorio. en una esquina de la planta baja había dos ventanas idénticas, una de cara al este y la otra al sur. a la mañana siguiente me senté allí, frente al rincón, a mirar a través de ellas. era como ver dos cuadros y lograr llegar más allá.
     como sea, pedro nos dejó para que nos instaláramos y se fue. acomodamos nuestras mochilas casi vacías arriba y salimos de vuelta para asterix. el camino era de unas pocas cuadras, pero estaba totalmente a oscuras y nos desorientamos un poco. esli estaba bastante molesto. a mí me resultó por lo menos divertido. por supuesto que a la madrugada, cuando volvimos del boliche a dormir, nos costó menos encontrar el camino.
     el entrepiso estaba lleno de pulgas. en aquel momento, con aquellos bichos mordiéndome el culo, la cabeza, los dedos de los pies, los sobacos, dentro del ombligo, me di cuenta de por qué nadie la había alquilado. cualquiera hubiera preferido dormir en la costa.
     al otro día, mutilados de los pies a la cabeza por aquellas putas pulgas, conseguimos agua y compramos un puñado de arroz para comer. yo me senté a mirar por los cuadros porque esli jamás deja a los demás tocar la cocina. tiene esa especie de fetiche.
     después de comer fuimos al mar. las heridas que nos dejaron las pulgas ardían al contacto con el agua salada. dormimos en la playa hasta cerca de las siete de la tarde. de camino a asterix paramos en el bar que se hacía llamar pizzería, tomamos una cerveza y jugamos al pool.
     en el campeonato perdí en la primera ronda, como siempre ha sido mi costumbre. esli, siguiendo la suya, perdió recién en las semifinales e igual no estuvo conforme.
     la siguiente vez que me acosté dormí trece o catorce horas seguidas. cuando me levanté hacía más calor que los días anteriores. fui a la cocina rascándome desesperado las heridas que me habían dejado las pulgas y sacándome arena de todas las intersecciones del cuerpo. entonces mi mente se iluminó como no ha vuelto a suceder jamás. volví al cuarto intentando correr y rascarme a la vez. agarré una birome y un papel. anoté:

6 x 6
sin alfiles!
sin passant

     corrí al teléfono. marqué el número de león.
     -una variante. se me acaba de ocurrir una variante de ajedrez. es excelente. ¡EXCELENTE! y sencillísima: tablero de seis por seis, sin alfiles y sin passant. ¿qué tal?
     -muy buena. se llama ajedrez los álamos, aunque también le dicen ajedrez anticlerical. la inventaron dos yanquis en el cincuenta y seis. ah, y tampoco tiene enroque.
     -¿anticlerical? es gracioso. bueno, nos vemos luego.
     corté.
     más en silencio de lo que había estado en cualquier momento de los anteriores cuatro años fui otra vez a la cocina. a la heladera. me serví un vaso con agua y abrí el congelador en busca de hielo. y allí estaba la caja de yogur natural que metiera días antes. celeste y blanca y dura y petrificada. la saqué y la dejé arriba de la mesada. cuando se derritiera el yogur estaría cortado. agaché la cabeza y volví al congelador. no había ni un solo cubo de hielo.
     tragué el agua del vaso y me volví a acostar.






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