guía para la charla trivial

por las malas,
a zeus.
por las buenas,
a las hieródulas.

     para algunas personas hablar jamás es un problema. hablan ante grandes audiencias, ante un único interlocutor, por teléfono, solos; cualquier ocasión justifica una buena charla. existen otros que, sin irse al extremo de ser mudos (por razones biológicas o simplemente falta de interés), tienen dificultades para sostener un diálogo más o menos sin importancia durante cierto tiempo. pueden, si es el caso, dar una conferencia en la onu acerca de ortodoncia prenatal en los países de oceanía, pero si se cruzan con alguien en la esquina de su barrio y la otra persona se detiene para intercambiar unas palabras de cortesía no saben qué decir. muchas veces pasan por bruscos o malos vecinos al nunca tener tiempo para esas conversacioncitas.
     y es que la cháchara trivial, superficial, sin importancia aparente, tiene una magnitud tal que si el común de la gente lo supiera saldría despavorido ante la sola idea. citaré un ejemplo:
     helena, esposa de menelao, rey de esparta, es raptada por paris. ésta es la causa directa de la guerra de troya. pero, ¿por qué un pusilánime como paris decide de la noche a la mañana cometer tal crimen? dicen que se enamoró. pero si lo pensamos con detenimiento no suena para nada creíble. seguramente usted, señor, que se enamora de su vecina de pegado porque aunque no es gran cosa es mejor que seguir viviendo solo, un día se levanta y se dice, mientras se frota la panza: “che, qué lindo día pa raptar a la vecina”. ¿verdad que no?
     usted, en el mejor de los casos, quizá trate de chamuyarla para que cuando esté aburrida se pase por su casa a tomar un cafecito a ver si pasa algo más. o (más probablemente) se va a un bar y se rellena con caña hasta que no pueda mantenerse en pie. lo que sea, ¡pero no rapta a la gorda de al lado!
     ahora bien, la historia sería un poco distinta si a usted, un nabo que no tiene nada que perder, una diosa -digamos afrodita- se le aparece un día y le dice:
     -tengo un trabajito para vos. preciso que me raptés a esa puta de helena, la que está casada con menelao.
     -¿la gorda de pegado a casa? ¿y por qué? -preguntaría usted, que como ya establecimos es un poco falto.
     y ahora, presten mucha atención, porque he aquí el asunto por el que pongo todo esto sobre la mesa. afrodita le responde:
     -es que el otro día yo venía de hacer unos mandados en el centro y la saludé cuando me la crucé en la esquina, como con cualquier otro conocido, ¿viste? entonces, porque sí, porque estaba de buen humor, no sé, me paré y le dije: “parece que va a llover, ¿no? me pregunto que le pasará a perséfone que no llega de una vez el calor”.
     -¿quién es ésa?
     -¡la primavera, idiota! pero eso no importa, la cuestión es que esa sucia de helena me dijo, haciéndose la distraída: “¿qué? ah, sí. igual a mí la lluvia no me molesta mucho. bueno, hasta luego, afrodita”. y se fue. ¿podés creer?
     -la verdad no entendí qué fue lo que te molestó tanto, pero si me pagás bien, me importa un carajo -dice usted que ahora empieza a mostrarse un tanto mercantil.
     -tu recompensa es la mina ésa. la secuestrás y te la quedás para vos. yo ni la quiero para nada. sólo me interesa que esa putita de mierda aprenda a no meterse conmigo.
     -¿y yo para qué la quiero... ?
     -no te me hagás el pelotudo, que sé muy bien cómo te calienta. ¿con quién creés que estás hablando?

     y así se decide la suerte de helena de troya, sin otro motivo que el rencor que ha crecido dentro del corazón de alguien por una charla trivial mal llevada.
     esto sucede todos los días en todas partes y para evitarlo sólo es necesario tener unos pocos elementos presentes:

     -no hable del clima. el tópico del tiempo no es algo recomendable. es sinónimo, en el imaginario social, de la pérdida de tiempo. genera pensamientos tales como: “¿cómo esta persona pretende que me pare a hablar de una eventual tormenta con todo lo que tengo para hacer?”.
     -hable de los demás. lo mejor es la vida de terceros. todos tenemos problemas y la mejor manera de no tener que pensar en ellos es charlar acerca de los ajenos. “¿vistes que la artemisa sigue virgen? es admirable, ¿verdad? aunque sho no sé si será por voluntá propia, ¿vistes?”
     -no se extienda demasiado. por eso es una charla trivial. el ahorro de palabras es la clave de este tipo de conversaciones. además, es excelente para las relaciones interpersonales no ser de dar toda la información junta. aunque también sepa quién es el verdadero padre del tercer hijo de selene, no es necesario que lo diga hoy. ¿no le parece que haber nombrado a los otros dos ya es suficiente? “¿ah, no sabés? mañana te cuento, porque hoy tengo que ir a cocinar”.
     -hable de muertos. si no tiene mucho para decir, pero aún así quiere relacionarse con los vecinos del barrio, invente mentiras de los que no pueden defenderse. esté seguro que ellos harían lo mismo si fuese usted el finado. “don anquises me dijo una vez que...  ”
     -no hable de enfermedades. es un tema muy delicado. a veces no sólo se puede, sino que es deseable hablar de enfermos, pero si no está seguro es mejor no decir nada. la gente suele tener sus dos o tres fibras sensibles ubicadas en esa área. mejor cerrar la boca que meter la pata. aunque de más está decir que se debe siempre preguntar por la salud de los seres queridos de nuestro interlocutor. “¿cómo sigue el pobrecito narciso?”
     -no sea más inteligente que los demás. como lo oye (o más bien lo lee). a nadie le gusta la gente más viva que uno. no tiene gracia hablar con un tipo que digás lo que digás va a tener siempre la razón. mejor pasar por zonzo que ganarse enemistades al santo pedo. “¿ah sí? ¿tá seguro que heracles se hace llamar hércules cuando se va de putas?”

     es así, éste es el amargo sabor que tiene la verdad. pero créame, si usted sigue estas sencillas prerrogativas estará en paz con dios y con el diablo. se lo digo yo, que a fuerza de no hacer nada de esto, no hay quien me banque.
     y si no me cree, váyase a la concha de su madre.






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